Los «Campos de Ibatín» constituyen el primer asiento de la ciudad de San Miguel de Tucumán, que en su acta fundacional se denominaba «San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión», fundada el 31 de mayo de 1565 por el conquistador español Diego de Villarroel.


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Ruinas de Ibatín en Tucumán

Las ruinas son en realidad una valiosa reserva arqueológica que atesora vestigios de la primera fundación de la capital tucumana. Se ubican a 8 kilómetros al oeste de la Ruta 38, en León Rougés, a unos 64 km de la capital provincial y a la vera del río Pueblo Viejo en la salida sureste de la Quebrada del Portugués.

Resulta esencial saber que los taxis y transportes turísticos para visitar el sitio parten de la Terminal de Ómnibus de Monteros o bien desde el mismo pueblo de León Rougés (el costo del trayecto se pacta directamente con el chofer en virtud de la cantidad de pasajeros).

Existen guías todos los días de 10 a 15 hs. excepto los lunes, aunque fuera de esos días y horarios de todos modos puede ingresarse al predio y recorrerlo libremente. Se recomienda llevar viandas, ya que en el lugar no hay restaurantes ni puestos de venta de ningún tipo de alimentos ni bebidas.

 

Historia de Ibatín

El primitivo asentamiento fue fundado por el español Diego de Villarroel hace ya 453 años, el 31 de mayo de 1565. El objetivo de los conquistadores era establecer una ciudad que se anexe a otras urbes estratégicas, y con el tiempo logra consolidarse una ruta comercial cuya extensión abarcaba desde el Alto Perú hasta el Río de la Plata.

Los «Campos de Ibatín» estuvieron históricamente habitados por comunidades originarias de los pueblos diaguitas, lules y toconotés; pero rápidamente la fertilidad de sus tierras atrajo a criollos, encomenderos y mercaderes que desarrollaron una próspera producción agropecuaria y de sus industrias derivadas, sobre todo la fabricación de carretas gracias a la abundancia de bosques de cedro, nogal, algarrobo, roble y lapacho, fabricándolas de tal calidad que eran comercializadas en todo el Virreinato.

No obstante dicha pujanza, la segunda y tercera Guerras Calchaquíes (acaecidas en 1630 y 1656, respectivamente), sumadas a graves inundaciones, la mala calidad del agua de la zona y la propagación del paludismo, produjeron la decadencia de la ciudad apenas 120 años después de su fundación. En 1685, durante el gobierno de Fernando de Mendoza y Mate de Luna, la ciudad fue trasladada a su emplazamiento actual.

Ya en el siglo XX, en 1944 se expropian 100 hectáreas que formaban parte de la Estancia «La Florida», en cuyo subsuelo se hallan las ruinas de Ibatín, con el objetivo de preservarlo como sitio histórico. Habría que esperar hasta 1965, al cumplirse cuatro siglos de su fundación, para que se materialicen las primeras excavaciones, de las que emergen cimientos de piedra del Cabildo, la Iglesia Matriz, iglesia franciscana, iglesia y colegio de los jesuitas, iglesia mercedaria y diversos utensilios de época; todo ello en las inmediaciones de la antigua Plaza Mayor.

También en 1965 se crea el Parque Provincial Ibatín (120 hectáreas), que protege el sitio de la primera fundación de San Miguel de Tucumán y se erige como uno de los sitios arqueológicos más relevantes de Sudamérica en relación al período conocido como «Colonial Temprano».

 

Reserva Forestal de «La Florida»

A escasos 5 kilómetros de las ruinas de Ibatín es posible visitar la Reserva Forestal de «La Florida», la primera del país, creada en 1936 y que se extiende a lo largo de la falda oriental de los Nevados del Aconquija con una superficie de 9.882 hectáreas. El dato curioso es que la Ruta Provincial 344 atraviesa esta reserva en diagonal, pero no debe ser confundida con la RP 324 —conocida también como «interpueblos»—, a través de la cual se accede al área.

Posee gran atractivo turístico ya que cuenta no solo con diversos senderos interpretativos, sino además con guías capacitados para que la experiencia resulte mucho más enriquecedora teniendo en cuenta que el lugar conserva ambientes originales de yungas.

Con alturas que van de los 550 a los 5.400 metros sobre el nivel del mar, allí pueden admirarse ejemplares nativos de árboles como jacarandá, nogal, cedro, lapacho, timbó colorado, cebil, horco molle y gran variedad de helechos; y aves como cóndor andino, monterita de Tucumán, carpintero andino, loro alisero, búho y lechuza, entre otras especies.

 

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